viernes, 9 de noviembre de 2007

Une nuit avec jazz

"Esta noche hay jazz", confesó no conocer nada acerca de ese género, sin embargo, le encanta... el ritmo, los instrumentos su suavidad de terciopelo, no sé porque le asoció desde un principio esa tela, son esas mixturas raras que suelen surgir desde el fondo de la mente.

Esa noche también había cerveza fresquita para acompañar.

Quiso recordar ahora las muchas ganas de estar solo que tenía, las muchas cosas que hay que dejar de lado para estarse a la deriva de las horas, quiso escribir algo elocuente pero la bebida le hizo efecto.

Así escribió:

Ando estirando la vida últimamente en plena conciencia de mi propia mortalidad, ando cabeceando las mañanas y devanándome los sesos acerca de como voy a hacer para...

Entonces a eso de las cinco y media de la tarde salí, tenía que hacerlo o si no iba a morirme de angustia, la clásica: "¿a dónde vas?", y al fugaz resplandor mental de un "que te importa" la respuesta: "al centro, ya vengo" cerré la puerta tras de mi.

Tenía planeado ir sí, al centro pero el apiñatamiento y la bulla me explusaron a otro lado, así que fui al puerto, pero me pareció tan desolado que continué mi camino a lo largo de la costanera, determinado a ver la puesta de sol: a solas.

Pensando que por ser viernes y que por ser digamos, a esta altura, las seis y cuarto, no habría nadie, como la otra vez cuando salí con la intranquilidad de sentirme loco, así pues caminé pero no era yo el que quería caminar era alguien más, y caminé (escuchando música) y caminé (mirando el río), hasta llegar a donde tenía planeado ver la puesta del sol, pensamiento recurrente desde dos o tres días atrás.

Traía conmigo un ejemplar del principito, tambien todas las ganas de querer ser y no, pero también estaban las ganas de compartir ese momento con alguien y no.

Cuando llegué, me vi rodeado de gente, algunos tomaban mate otros caminaban, no sé porque me irrité al verlos invadiendo mi lugar perfecto, entonces segui derecho (la costanera es muy larga) cuando llegué a otro lugar, que me pareció digno de ser testigo de mi nirvana, vi dos personas, "no importa" recuerdo haber pensado y me senté en un banco, el sol estaba
ya preparándose y yo casi contuve la respirarión (ya estaba leyendo el libro), cuando de pronto de la nada, una horda de transeúntes se empezó a acumular en el mismo lugar, con sus cámaras de fotos y sus sonrisas de postal.

Me largué de ahí.

No sé cuanto más caminé, y el sol comenzaba su descenso, y yo aún sin lugar en este mundo, ya sé que no pertezco pero hay veces en las cuales ese desamparo pesa tanto... Continué
un poco más y fue cuando mi corazón dio un brinco: ¡un lugar! a la hora exacta, habia mucha gente igual (son una plaga de vez en cuando) pero me senté solo a ver el ocaso, el puente parecía en llamas porque el reflejo de los rayos contra el rio lo iluminaba de abajo hacia arriba en unas preciosas tonalidades de naranjas y por Dios que fui feliz un instante que duró menos que un suspiro...

Y ahora que el jazz está en su climax y la cerveza medio vacía, levanta la vista y ahora que la casa ya no es casa recoje sus pedazos uno a uno, un baile conmigo quizás, mientras pienso: Une nuit avec jazz pour vous aussi.

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